10/07/2024 BaeNegocios.com - Nota

El instinto cerebral de reconocer las caras: similitudes con la inteligencia artificial


"Si miras la cara de alguien durante el tiempo suficiente acabarás por sentir que te estás mirando a ti mismo"
Paul Auster
Las investigaciones del reconocimiento de rostros en el cerebro reveló detalles fascinantes sobre cómo procesamos y memorizamos las caras, configurándolo incluso como un instinto básico de supervivencia. En 2005, el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga introdujo el concepto de la "neurona Jennifer Aniston", una célula que se activa específicamente al reconocer el rostro de la actriz. Este descubrimiento sugirió una especialización neural en el reconocimiento facial, pero el proceso es más complejo de lo que inicialmente se pensaba.
La capacidad de identificar miles de rostros a lo largo de la vida implica un descomposición algorítmica de las partes faciales a través de neuronas específicas. Estas neuronas se localizan en la corteza del surco temporal inferior y trabajan organizadamente para procesar las distintas partes de cada rostro. Este fenómeno, conocido como faciotopía, es similar a otros sistemas estructurados en el cerebro, como el motriz y el auditivo.
Un estudio liderado por la investigadora Doris Tsao, del Instituto de Tecnología de California, describió el código neural del reconocimiento facial, identificando zonas específicas en el lóbulo temporal inferior dedicadas a esta función. Aunque se trata de un proceso bilateral, el hemisferio que usualmente define la percepción final de un rostro es el derecho.
El desarrollo de la capacidad de identificar una cara no es innato, como demostró un estudio realizado por un grupo de neurobiólogos de la Universidad de Harvard que, bajo la dirección de Margaret Livingstone, investigó a macacos recién nacidos. En dicho estudio se observó que aquellos criados sin interacción visual con sus madres no desarrollaron adecuadamente la zona de reconocimiento facial.
La identificación de rostros es crucial tanto para la empatía como para la interacción social. Los problemas en esta capacidad pueden afectar significativamente la vida social de una persona, como se observa en algunas condiciones como la prosopagnosia (agnosia visual para caras) y en ciertos aspectos del autismo. El reconocimiento instintivo de rostros, especialmente en bebés, tiene profundas implicaciones en el cuidado y en la protección de las crías. Este mecanismo instintivo puede estar relacionado con patrones evolutivos que asocian ciertos rasgos faciales con la ternura y la necesidad de cuidado.
La psiquiatra Morten Kringelbach demostró que ver imágenes de bebés activa la corteza orbitofrontal en solo 140 milisegundos, indicando una respuesta emocional rápida. Este fenómeno es crucial para establecer vínculos afectivos y garantizar la supervivencia de los bebés.
El reconocimiento facial también juega un rol importante en la prevención y en la seguridad social. Identificar a una persona y prever su comportamiento potencial puede haber sido esencial para la evolución de la conducta gregaria y la supervivencia grupal.
Diversas investigaciones realizadas con animales demostraron que el reconocimiento facial no es exclusivo de los humanos. Las aves pueden distinguir entre caras conocidas y desconocidas, así como también los perros y los gatos presentan capacidades de reconocimiento facial que facilitan la comunicación con sus dueños.
Recientes estudios identificaron circuitos cerebrales específicos para el reconocimiento facial. Un estudio del Instituto Nacional del Ojo de EE.UU. destacó la preferencia por las caras en el colículo superior (parte del tronco encefálico relacionado con la coordinación visual) de los primates, dependiendo de la corteza visual. Asimismo, científicos del MIT determinaron que el área fusiforme del cerebro evidencia patrones de actividad distintos en cada hemisferio al procesar imágenes faciales, sugiriendo que el hemisferio izquierdo clasifica imágenes según su similitud con las caras, mientras que el derecho decide si se trata de rostros o no.
Además, a través de estudios del Instituto McGovern del MIT se llegó a la conclusión de que las redes neuronales profundas entrenadas para reconocer rostros desarrollan estrategias similares a las del cerebro humano, lo que sugiere una optimización evolutiva de los circuitos cerebrales para este propósito.
El trabajo del neurocientífico Joseph Ledoux, de la Universidad de Nueva York, demostró que la amígdala cerebral puede emocionar inconscientemente antes de que la imagen se haga consciente en la corteza visual. Este proceso es esencial para una rápida respuesta emocional, crucial en situaciones de supervivencia.
El reconocimiento de rostros es una función cerebral compleja y vital. Desde el descubrimiento de la "neurona Jennifer Aniston" hasta la identificación de circuitos específicos y hemisferios del cerebro, la ciencia avanzó significativamente en la comprensión de cómo procesamos y memorizamos las caras.
Este conocimiento destaca no solo la sofisticación del cerebro humano sino también la importancia evolutiva del reconocimiento facial en la vida social, emocional y gregaria de nuestra especie.
* Neurocientífico y profesor. Decano de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA). PhD en Medicina y en Filosofía. Director @alzheimerargentina


Imagen: baenegocios.com


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