13/03/2025 LaNacion.com - Noticias

El hilo invisible de Carlos Gallardo: la obsesión por el orden, la recolección de objetos y el legado de pintor

La galería Oda presenta cuadros del artista de los años 80 y 90, algunos nunca vistos antes; es resultado de la investigación en su taller, que está tal cual lo dejó cuando murió, en 2008

Carlos Gallardo era un artista-arqueólogo, un recolector de objetos con los que construía sus pinturas-objetos
Soledad Aznarez
Carlos Gallardo (1944-2008) era un artista que quería documentar el mundo de su tiempo. Como un arqueólogo disparatado pero meticuloso, juntaba cosas por donde iba: chapitas, jeringas, fotos, boletos, negativos, frasquitos, bisagras… toda recolección pasaba luego por el proceso de clasificación, documentación y archivo en su impoluto taller. Después, con ese conjunto de materiales inefables creaba objetos e instalaciones que daban cuenta de su circunstancia.
A casi veinte años de su muerte, la galería Oda (Paraná 759, 1º piso) emprendió una arqueología al revés: entrar en su taller ubicado en la esquina de Entre Ríos y Moreno para encontrar rastros de su paso por esta vida. Con la curadora Patricia Rizzo y de la mano de su compañero por 32 años, el gran coreógrafo Mauricio Wainrot, revisaron sus cajones y anaqueles (que están tal cual él los dejó). Sacaron a la luz una exposición que da cuenta de su perfil menos visto en sus exposiciones, el de pintor.
En esta pintura de Carlos Gallardo hay paneles de cartón y otros de plomo
Soledad Aznarez
El hilo invisible, así se titula, incluye de alguna manera esa esencia de recolector. Sus cuadros-objeto están hechos con soportes y objetos, como un viejo buzón, calendarios, cartas y fotos antiguas, postales, cajas, máquinas abandonadas, entre otros. Una obra tiene soporte mitad de plomo y mitad de cartón. Otro cuadro está pintado sobre una bolsa de correo canadiense. Gallardo lograba así sumergirse en grandes constantes existenciales: el ser, el tiempo, la memoria y la despersonalización del hombre contemporáneo. “Encontré que en un reportaje había dicho que él lo que buscaba era el hilo invisible entre las cosas y los acontecimientos. Y me pareció hermoso porque el arte justamente hace eso, señalar cosas que a veces uno ni siquiera está consciente y que el artista de alguna manera percibe”, comparte Rizzo.
En la obra de Carlos Gallardo aparecen con frecuencia cartas y fotos; le interesaba la caligrafía sensible de las cartas familiares
Soledad Aznarez
El taller también se puede visitar para ver, por ejemplo, la gran instalación de jeringas que hizo para su muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2004, Chupasangre, o sus quince agendas forradas en plomo. “Era tan meticuloso y ordenado que fue facilísimo pensar esta muestra: estaba todo preparado. Lo difícil fue elegir qué dejar fuera”, sigue la curadora. “Como un gran curioso, todo le llamaba la atención. Mirada de niño un poco”, suma Wainrot.
Gallardo era altísimo, casi dos metros, y de excelente humor. Así de grandes son sus pinturas y tienen mirada cenital o de drone, la misma perspectiva que él tendría desde arriba de sus hombros. A vuelo de pájaro, pinta escaleras, espacios interiores, pequeñas situaciones, donde el gran protagonista es el color. “La pintura siempre estuvo”, dice Rizzo. Son obras que no se ven desde los 80. Varias nunca se expusieron.
Como Diseñador de Comunicación Visual, fue Director de Arte del Teatro San Martín de Buenos Aires, de Editorial Abril, de Editorial Hyspamérica y de Ediciones Summa. En 1985, luego de ganar la Bienal de Diseño, obtuvo el Lápiz de Plata por la creación de afiches para el Teatro San Martín, donde comenzó una larga e intensa colaboración con Wainrot, creando escenografías y vestuarios para más de cuarenta obras. A partir de 1985, tras dejar la Argentina, se dedicó de lleno a la plástica.
El coreógrafo Mauricio Wainrot fue pareja de Gallardo por 32 años; es guardián de su legado
Soledad Aznarez
Juntos vivieron en Canadá, México, Suecia, Bélgica y Chile. Trabajó con The English National Ballet, Royal Ballet of Sweden, Ballet del Teatro San Carlo de Nápoles, Bat Dor Dance Company of Israel, Ballet del Teatro Colón, Ballet Nacional del Sodre, Singapore Dance Theatre, entre otras compañías de ballet y danza. En 2008, Gallardo recibió el premio Benois de la Danse, que se otorga anualmente en el Teatro Bolshoi de Moscú, a la mejor escenografía del año 2007, por la obra La Tempestad.
Un maniático del orden y la limpieza, que supo convivir con un genio creativo... más relajado con la prolijidad de la vida cotidiana. “Era totalmente racional y, a la vez, totalmente creativo. Por la calle, iba peleándose con los cables, con los postes, con los camiones que pasaban por Avenida Independencia y que no podían pasar. ¡Consiguió que los camiones fueran por Garay! Era un luchador empedernido del orden y de la constancia de la organización. Cuando nos fuimos de la Argentina, yo tenía 39 y él 41. Dos años antes, había fundado con Ronald Shakespear la carrera de Diseño Gráfico en la UBA. Tenía esa cabeza ordenada y siempre pintaba. Su primera exposición fueron pasteles. A los 40 años dijo ¡no trabajo más, quiero dedicarme exclusivamente a la pintura! Nos fuimos a vivir a Bélgica. Yo le decía que se presentara en una galería de París, pero él no quería. No estoy listo, decía, y seguía pintando series nuevas. Se quedaba dos días, tres días, adentro del estudio y no se movía”, cuenta Wainrot.
La obsesión por el orden y la recolección de objetos se ve, sobre todo, en esculturas e instalaciones
Soledad Aznarez
“Le ponía a sus pinturas los títulos de obras que yo hacía -continua Wainrot-. Por ejemplo, From far away (donde él hizo el vestuario) o Debajo del olvido, de la que pintó toda una serie. No sabíamos de quién eran las ideas. ¿Dónde empieza una idea? Él, por ejemplo, me preguntaba por qué no hacemos una obra sobre Janis Joplin. Gané premios por esa obra y la hicimos en todo el mundo. Pero fue una idea de él. Nos divertíamos muchísimo”.
Con la curadora Patricia Rizzo, bucearon el el taller de Carlos Gallardo, que Wainrot mantiene tal como él lo dejó antes de morir, en 2008. "Lo difícil fue pensar qué dejar afuera", dice Rizzo
Soledad Aznarez
En 32 años Gallardo y Wainrot no se separaron ni un día. Wainrot quedó a cargo de su legado y esta exposición es la primera que organiza para poner su obra en escena otra vez: “Quiero que la obra circule, que la tengan los museos. Algunos afuera tienen obras. Acá, por ejemplo, Chupasangre la hizo para el Museo Nacional de Bellas Artes y yo creo que esa obra tiene que estar ahí”.
Carlos Gallardo, El hilo invisible. Galería Oda, Paraná 759, 1º piso, hasta el 26 de abril.


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