18/01/2022 Clarín - Nota - Sociedad - Pag. 29

TENÍA 63 AÑOS
Murió Oscar Finkelstein, un periodista versátil que supo honrar la profesión
Graciela Baduel
Trabajó muchos años en diversas secciones de Clarín. En 1994 publicó “León Gieco: crónica de un sueño”.

Será un lugar común, pero es cierto.
Hay notas que uno quisiera no tener que escribir. Duele despedir a un (ex) compañero, que además y por sobre todas las cosas, era un buen tipo. Oscar Finkelstein falleció en la tarde de ayer, después de pelear en silencio contra el cáncer. El 9 de octubre pasado había cumplido 63 años.
Periodista, editor, melómano, lector empedernido. De barba tupida y andar lento. Equilibrado y generoso como buen libriano. Oscar podía es- cribir sobre música, su especialidad, como lo hizo tantas veces en la sección Espectáculos de este diario cuando solo existía la versión en papel.
Pero también sobre televisión, cine, gastronomía y cualquier otra cosa con la misma solvencia.
En 1994 publicó la biografía “León Gieco: Crónica de un sueño”, referencia ineludible cuando se habla de este cantor popular que era su amigo. Y con el que, según cuenta su hemana Paula, aún tenía proyectos.
Había estudiado en TEA, pero muchos lo describen como un autodidacta.
En los primeros ‘90 brilló entrevistando a los más grandes: desde Mick Jagger y Keith Richards a Brian de Palma, de Gato Barbieri a Elton John, de Spinetta a Mirtha Legrand.
Tenía un poder de observación y una memoria prodigiosos, capaz de reproducir con lujo de detalles un fin de semana de locos, donde de cronista por el lanzamiento de un disco pasó a ser testigo de la fiesta por el cumpleaños 92 de Donna Caô, la madre de Caetano Veloso y Maria Bethania.
Con ellos presentes, claro.
Sin tomar un solo apunte describió el escenario con que se encontraron él y Axel Alexander, el fotógrafo que lo acompañaba en la cobertura, al que arrastró más de 70 kilómetros en taxi desde Salvador de Bahía: “Allí, en ese monumento histórico no declarado de Santo Amaro, epicentro turístico en un lugar en el que no abundan, en no más de 10 metros de frente y bastante más de 100 metros de fondo (¿la casa chorizo más grande del mundo?) se dan cita famosos e ignotos, vecinos del lugar e invitados llegados de Salvador, un par de argentinos sin convite. Van ingresando a la casa-museo-santuario tras franquear una notoria y exagerada guardia de impecables trajes azules y un pequeño portón bajo de madera, ingenua pero efectiva barrera contra infiltrados. Allí, en la intimidad de la casa de la abuela-santa -prolija, cálida-, más de 300 personas festejan su aparición como un milagro.” Esa versatilidad le permitió dar un giro completo al escribir su segundo libro, “Según pasan los platos”, donde según la crónica de 2011 describe “cómo se sofisticó la gastronomía argentina en los últimos 50 años, tanto en casa como en el plan para salir a comer afuera”. Allí se preguntaba cosas tan simples como ¿en qué momento cambiamos el charlotte por el volcán de chocolate? o ¿por qué seguimos cocinando la carne hasta secarla aun cuando ya no hay riesgo sanitario como en la época de los gauchos? Hubiera sido lindo leer sus reflexiones sobre la última década, que trajo las empanadas en frasco y preparaciones “a base de plantas”.
Antes de dejar Clarín fue editor de la sección Sociedad. Después, mucho antes de que la enfermedad lo sorprendiera, se dedicó a editar y escribir libros de manera independiente y para el Ministerio de Educación de la Nación. De perfil bajísimo quiso que solo los más íntimos estuvieran al tanto de su dolencia. Lo sobrevive su hijo Felipe, de 25 años.

Un buen tipo. Finkelstein se destacó como periodista y melómano.


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