18/01/2022 Clarín - Nota - Sociedad - Pag. 28

José Eduardo Abadi. Psiquiatra, psicoanalista y escritor
“El deseo, lo erótico, decreció por la angustia que trajo la pandemia”
Emilia Vexler

Y el mundo se detuvo”. Eso es algo que nadie puede negar que pasó en la pandemia. Y así se llama el último libro que publicó José Eduardo Abadi, junto a Patricia Faur y Bárbara Abadi, para decir que "la vida nos ofrece una nueva oportunidad".
Abadi es psiquiatra, psicoanalista y escritor. Tiene todos los títulos para detectar las sensaciones en el cuerpo y la mente que brotan de la pandemia, sin tener que hacer un hisopado. Es director académico de la licenciatura en Psicología de la UADE, didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y docente en universidades extranjeras.
Tiene doce libros publicados.
¿Por qué Abadi cree que, desde la psicología, el mundo se detuvo? Porque el mundo entró en un paréntesis.
No supo qué pasaba. No sabía cómo iba a terminar. Hubo un aislamiento en lo práctico y otro que provenía de un blindaje mental para no ser atrapado, atacado, o enfermado.
¿Y por qué cree que volverá a arrancar? "Porque existe la pulsión de vida, porque existe el semejante.
Porque existe ese registro del uno por el otro y del otro por el uno", afirma.
- ¿En la Argentina, desde la primera ola hasta la tercera de la pandemia, predominó el miedo, la negación o ese pensamiento mágico de "lo que no veo no existe"? -Sin dudas, el pensamiento mágico es predominante en nuestra sociedad.
Incluso, estimulado por la dirigencia política. Y eso incluye la negación, porque muy a menudo tendemos a ver y a desconocer aquello que se opone a nuestro deseo, a nuestra voluntad. En este caso, el coronavirus.
-¿Qué hacer hoy para desarmar esta madeja en la psiquis? -Primero, hay que elaborar las huellas traumáticas de lo acontecido.
Segundo, hacer de los acontecimientos una experiencia: aprender de lo sucedido, para promover el cambio y no la repetición. Tercero, informarse y pedir ayuda a aquellos que saben de salud mental.
-¿Cómo recuperar el tiempo que sentimos perdido por la pandemia? -Fue el fin de la imaginaria omnipotencia que el sujeto de la razón creyó tener. El tiempo perdido no tiene que convertirse en un lamento, no hay que quedarse atrapado en el ayer. Hay que tener un optimismolúcido (no pensamiento imaginario), mediante planificar, soñar y llevar a cabo proyectos. Respecto a la incertidumbre, recordar a Voltaire: "Las dudas son incómodas, las certezas son estúpidas".
-¿Cuál es el efecto adverso en la psiquis de casi dos años de incertidumbre? -No se trató de incertidumbre, sino de amenaza. De ahí la angustia que produjo el Covid. La continuidad de una angustia amenazante produce desconfianza, aislamiento, soledad, y todo eso genera una tensión que podemos llamar ansiedad.
-¿Hay un miedo útil o todo es pánico inútil? ¿Se viene una pandemia de salud mental? -Es muy importante estimular el miedo útil. Ese que puede mirar lo más objetivamente posible la realidad, para poder tener el criterio más coherente y, entonces, protegerse del pánico inútil. Ese en el que perdemos la dimensión de lo que enfrentamos y nuestro Yo se ve arrasado por la angustia. Sí al miedo inútil, no al pánico inútil, para evitar esa pandemia en la salud mental.
-¿El Covid volvió hipocondríacos hasta a quienes creían tener una salud de hierro? -No hay dudas de que estimuló muchas fantasías. Generó sobre todo una atención persecutoria que provenía de cuándo me enfermaré, de qué forma, y ¿me moriré? La enfermedad se convirtió en "protagonista acompañante" de la pandemia.
Esto le pasó a muchísima gente, que no necesariamente era hipocondríaca desde antes. Quienes ya lo eran potenciaron sus tensiones.
-¿La pandemia también llevó a una crisis en el deseo? -Definitivamente. El deseo, lo erótico, decreció. La gente pensó que la pandemia y el estar "juntos, solos o encerrados" en un mismo ámbito, iba a fomentar una intimidad fuerte y una intensificación del deseo.
Bueno... la cabeza, la mente, el alma estaban ocupados por la angustia, por la ansiedad de muerte, por el miedo a enfermar. El cuerpo había perdido el sentido que tenía antes, un cuerpo que, de ser deseante y deseable, pasaba a ser temido y peligroso.
A veces de un modo conciente, a veces inconscientemente.
-¿La pandemia rompió parejas o amplió las rajaduras que ya estaban? -El coronavirus intervino las parejas.
En las que existía un "estar juntos pero separados", porque vivían bajo el mismo techo pero no convivían, es decir, no vivían la pareja de forma presente, creativa, la pandemia aceleró una separación que antes se escudaba en una negación de esa realidad. En otras, donde no había una problemática previa importante, en la medida que surgieron la angustia, la irritabilidad, la idea de 'me están robando mi tiempo', el desgaste, creó tensiones o rajaduras reparables.
-¿La pospandemia es un horizonte de fiestas y desenfreno sexual? ¿Eso es un mito? -La pospandemia todavía no ha llegado.
Han comenzado algunos esbozos en un momento en el país, antes de la variante Ómicron. Pero, a futuro, creo que no se trata de desenfreno.
La pospandemia tendrá que procesar la densidad de lo sucedido, también en el plano de la sexualidad.
-¿Cómo será el amor después de la pandemia? -Tendrá que tener una función que está siempre presente en el verdadero amor, en el buen amor, como denominé en uno de mis libros.
Porque el buen amor no solamente contiene sino que también cuida y repara.
-¿Qué hizo el Gobierno por la salud mental durante la pandemia? -La narrativa que utilizó no fue la más adecuada. No apeló a una interpelación hacia la propia capacidad de cuidarse y prevenir el contagio, sino que se apostó más a generar miedo o terror para que se cumpla.
Eso provoca angustia y, muchas veces, rebeldía.
-Argentina, con récord de casos diarios, ¿está en la resistencia o la resiliencia frente a la pandemia? -En esta tercera ola la Argentina está temiendo una repetición de lo vivido con la segunda ola. Esa angustia frente a la repetición se convierte en una rebelión irresponsable que lleva a desoír realidades o protocolos, medidas conducentes a protegerse. Hay otra modalidad que empieza a tomar forma, y esperemos que así siga, que es la de dimensionar en su verdadera dimensión esto que acontece: vacunarse porque es indispensable hacerlo y no construir a la Ómicron como algo más grande de lo que es.
-¿Qué es el “cansancio Covid”? -Hay varios tipos de cansancio. Está el cansancio porque ha habido un esfuerzo importante en función de un logro, que tiene sentido, coherencia.
También está el cansancio de la frustración, el de la angustia, de las compulsiones obsesivas, y ese cansancio que muchas veces provoca el esperar lo que no llega, la promesa incumplida. Pero en esta pandemia hay uno muy particular, el hartazgo psíquico.
-En su libro dice que el coronavirus fue también el virus de la conspiración, ¿por qué? -Muchas veces, frente a lo que desconocemos, como este virus que puso en jaque nuestro sistema de respuesta frente a todo lo que aparecía como interrogante en el mundo -antes siempre teníamos el por qué, para qué y cómo para resolver las cosas- surgieron fantasías apocalípticas, catastróficas, que tenían como fundamento una supuesta conspiración.
-Antes de la pandemia muy pocas personas se despertaban pensando en la muerte ¿El pensamiento persistirá con el fin de la pandemia? -La muerte prepandemia era una abstracción. Sabíamos que existía pero no creíamos en ella. La pandemia patentizó a la muerte de un modo traumático. Despertó lo persecutorio, desconfianza, sospechas y distancias que también lastimaron los vínculos más cercanos. Indudablemente, habrá que trabajar la noción de muerte.
-¿Qué es “duelar” la pandemia”? -El duelo fue protagonista en la pandemia y lo será después. Duelo del amado, de parejas que ya no lo son, del ser querido, muertes literales, del semejante, que adquirió una dimensión distinta, de ideales y proyectos. Como en todo duelo, es necesario aceptar la realidad de la pérdida, vivir la ausencia de lo que no está, con la tristeza o la soledad inevitable, aunque transitoria, y tratar de guardar en la memoria amorosa aquello que se fue.

Procesar el duelo. Es la recomendación de Abadi para quienes sufrieron una pérdida. ARIEL GRINBERG


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