18/01/2022 Clarín - Nota - Opinión - Pag. 22

DEBATE
China/Rusia vs. Estados Unidos
Carlos Pérez Llana

Profesor de Relaciones Internacionales (Universidad Torcuato Di Tella) Luego de la crisis de los misiles en Cuba de 1962, la mayor disrupción de la Guerra Fría ocurrió cuando en los ’70 Mao recibió en Beijingo al presidente Nixon. La audaz y calculada jugada de Henry Kissinger explicitó la ruptura del bloque comunista, inauguró la devaluación geopolítica de la Unión Soviética y le facilitó a los EE.UU minimizar la derrota y retirada de Vietnam.
Ahora acaba de ocurrir una disrupción semejante? Si. Todo hace pensar que existe una alianza objetiva entre Putin y Xi que le hace difícil a Washington sortear esa trampa estratégica, fruto de errores cometidos desde la Administración Clinton.
El supuesto de republicanos y demócratas resultó equivocado: Rusia no podría reconstruirse, China coparticiparía de la era sino-americana -“chimérica”- y el avance hacia el capitalismo de mercado con democracia resultaría irrefrenable.
Desde Obama a Biden el eje de la política exterior americana se apoya en la contención a China y en priorizar el Asia. Europa y Rusia son vistas como “potencias regionales”, ausentes en el tablero estratégico global.
La OTAN para Washington es una alianza vieja y Rusia una potencia declinante. No se advirtió, entre otras cosas, que Moscú y Pekín poseen una cultura externa similar que remonta a premisas de Lenin: disuadir para que el enemigo se abstenga de actuar, dividirlo y llegar hasta el borde de la colisión para lograr concesiones de las democracias débiles.
En síntesis: ganar sin combatir, ganando la guerra antes de la guerra apelando, cada vez más, a las guerras híbridas donde se hace difícil distinguir entre guerra y paz. Obviamente, esta modalidad es posible debido a la inexistencia de un sistema internacional regulador de las crisis.
Facilita esta alianza la distinta noción de la prescripción de los plazos. China administra el tiempo y su escenario emblemático se instala en Taiwán, en cambio Putin está impregnado por un sentimiento de urgencia: la fragilidad demográfica y económica de Rusia es inocultable.
La era de la energía fósil tiene fecha de vencimiento y el modelo Putin no tiene garantizada la transición. En China existe el Partido comunista, en Rusia coexisten autoritarismo y capitalismo de amigos. El sueño de Xi es más razonable, China unificada, en cambio la reconstrucción geográfica del espacio soviético es muy difícil.
Putin, en la Conferencia de Seguridad de Munich del 2007, anunció un plan de acción que su audiencia no advirtió: reconstituir la geopolítica de la Guerra Fría. Ese plan se ha ve- nido desplegando y se corporizó en la invasión a Georgia y Ucrania (2008 y 2014) y en el reciente retorno al Cáucaso “mediando” entre Armenia y Azerbaiján. Putin no ignora que su estabilidad política está ligada a un proyecto que se encarna en la “gran Rusia”.
El epítome de esa ambición consiste en “redefinir el orden mundial de la posguerra fría”.
En el esquema de Moscú eso significa reintroducir una vieja idea soviética: “la soberanía limitada”, simbolizada durante años en Finlandia, un país “neutralizado” por la URSS.
El actual catálogo de demandas de Putin responde a ese objetivo: la OTAN debe regresar a las fronteras de 1997 y eso significaría que 11 países europeos, hoy miembros de la OTAN, deberían abandonarla para ingresar a un espacio gris, con tropas rusas en las fronteras. Ade más los EE.UU deberían comprometerse a no expandir la OTAN y a no estacionar tropas en esas geografías. Obviamente, Ucrania es el objetivo, que suma a todos los países euro-centrales, los Bálticos y los Balcánicos. Resumiendo: destino, el mundo pre-Gorbatchev.
Este emplazamiento tiene un objetivo: romper la Alianza Atlántica y soslayar a Europa como protagonista, por esa razón Moscú busca negociar directamente con Washington, como ocurría en la guerra fría. Biden no puede aceptar este ultimátum, sin garantizar la seguridad no mantendría aliados en Europa.
De la misma forma, la política americana en el Asia, de contención a China, se desplomaría.
De que le servirían las Alianzas QUAD ( EE.UU; India; Japón y Australia ) y AUKUS ( Gran Bretaña; Australia y EE.UU ). Por esa razón la alianza Rusia/China es un dato estratégico insoslayable.
Sin OTAN a China se le despejaría el camino en Asia.
En las presentes circunstancias cuáles son los escenarios en Europa? La aceptación del ultimatum ruso para Washington es imposible, sólo puede negociar algunos aspectos menores como la provisión de armas a Ucrania.
La opción americana está limitada a sanciones económicas a Rusia en el corto plazo, buscando con urgencia liberar a Europa de la prisión gasífera rusa que Alemania endosó.
Para ello existe un socio, Turkmenistán, que busca depender menos de China y de Rusia, construyendo un gasoducto en el Mar Caspio que conectaría a Europa con el apoyo de Azerbaiján y Turquía. Los tres observan con perplejidad los recientes sucesos de Kazajistán, además Turquía es el único país dispuesto a disputarle a Rusia el liderazgo militar y económico en la región.
Washington no está en condiciones de involucrarse militarmente en Ucrania, esa es la realidad que muestra, ante todo, la ausencia de una soberanía estratégica europea.
Apremiado por la economía, con dificultades en el Congreso y amenazado por un retorno trumpista, Biden debe lograr frasear un concepto estratégico realista: sólo Taiwán merece ser defendida. El peligro está en Beijing, no en Moscú.


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