24/10/2021 La Nación - Nota - Sup. El Berlinés - Pag. 8

Juan Pablo Nicolini «Es un disparate pensar que hay que emitir para darle subsidios a los pobres»
LUCIANA VÁZQUEZ
El economista argentino, investigador sénior en el Fed, considera que los controles de precios no solucionarán el problema de la inflación; desde su punto de vista, la fórmula a aplicar es política monetaria independiente, prudencia fiscal e impuestos a los ricos

Para bajar la inflación, hay que tener una política monetaria independiente y una política fiscal prudente”, plantea. “Mantener la inflación baja es el único regalo que nos pueden hacer los Bancos Centrales”, sostiene. “Los países no necesitan emisión ni déficit fiscal para sanear la pobreza”, cuestiona.
El economista Juan Pablo Nicolini, uno de los especialistas en macroeconomía y teoría monetaria más respetados de la Argentina, estuvo en La Repregunta. Desde hace casi 15 años, Nicolini es investigador senior del Federal Reserve Bank de Minneapolis, en Estados Unidos, una de las 12 instituciones que integran el sistema de la Reserva Federal, el Fed. Nicolini es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es coautor de Una historia monetaria y fiscal de América Latina. 1960-2017, de pronta aparición.
Cuando la suba de la inflación preocupa cada vez más y en medio del fuerte rechazo al control de precios, Nicolini analizó el panorama inflacionario argentino. El hombre del Fed aclaró que sus opiniones no representan al Banco de la Reserva Federal de Min- neapolis ni al sistema de Bancos del Fed. La entrevista se realizó el miércoles 20, previo al período de blackout exigido a los integrantes del Fed cuando se están por tomar decisiones de política monetaria en EE.UU. Aquí, los principales pasajes de la entrevista.
-¿Qué peculiaridad tiene la Argentina que no puede salir de la trampa de la inflación desde hace décadas? -La Argentina es parecida a varios de los otros países de América Latina en un sentido. En Una historia monetaria y fiscal de América Latina. 1960-2017, estudiamos a los 10 países más grandes de América del Sur y también México. Hay varios países que pasaron historias parecidas a las de la Argentina. Nuestra particularidad es que a pesar de haber podido derrotar la inflación allá por la década del ‘90, no hemos podido mantener la disciplina fiscal y monetaria necesaria para mantener la inflación baja. Brasil tuvo inflaciones muy altas y también Bolivia, Perú, Chile. Todos han aprendido las lecciones, muchos de manera muy dura. La particularidad argentina es que vuelve a caer en los vicios que hemos tenido durante muchas décadas.
-La salida del ciclo inflacionario por parte de los otros países, ¿tuvo que ver con una decisión política de construcción de confianza o con una mirada distinta de la matriz económico productiva por parte de la clase política? -Tuvo que ver con una decisión política, la misma decisión política que tuvo la Argentina para bajar la tasa de inflación a principios de la década del ‘90. Era una situación claramente límite que forzó al sistema político a tomar las decisiones duras que implican bajar la inflación. Esas decisiones tienen que ver con dos secretos que conoce todo el mundo y la Argentina también: tener una política monetaria que sea independiente y una política fiscal que sea prudente, es decir, que no tenga déficit fiscales. Y que cuando tenga déficit fiscales, porque a veces hace falta tenerlos, use los mismos mecanismos que usa el resto de los países, el endeudamiento. Pero cuando uno hace default, no cuenta con endeudamiento. En ese caso, no puede tener esos déficits fiscales porque se terminan financiando con el Banco Central, que es lo que genera inflación. No hay mucho secreto desde el punto de vista económico de cómo hacer para bajar la inflación. De hecho la Argentina lo hizo y lo hizo de una manera rotundamente exitosa en ese momento, a principio de la década del ‘90. Lo hizo la sociedad que, por el drama de los años que había vivido, estuvo dispuesta a aceptar la disciplina fiscal que implicaba tener una inflación baja.
-¿La independencia del Banco Central es respecto del poder político para que no emita en función de las necesidades de la política? -Absolutamente. La idea es que al Banco Central se le dé un mandato muy específico, que es mantener la inflación controlada. Para eso se inventaron los Bancos Centrales y la mayoría en el mundo lo hace de manera exitosa. Brasil, Perú y Chile han tenido hiperinflaciones como las nuestras pero han aprendido. -Perú tiene un escenario de fragmentación política muy preocupante y un presidente elegido hace poco, Pedro Castillo, con una mirada económica muy de izquierda. Sin embargo la inflación se mantiene controlada: a fin de año estará en torno al 2%. ¿Quiere decir que la inflación es mucho menos sensible al des barajuste político de lo que pensamos en la medida en que el Banco Central sea independiente? -Absolutamente. Acabás de dar el mejor ejemplo que hay en el mundo. Si uno mira la política de Perú, ves expresidentes presos o muertos y muerto por suicidio cuando lo estaban por llevar preso [NdelE: Alan García]; ves que las peleas políticas han sido enormes; ha habido impeachment a presidentes que tuvieron que irse por casos de corrupción. Pero el Banco Central es totalmente confiable, al menos hasta ahora. El Banco de la Reserva del Perú lleva una política monetaria que permanece y no se puede distinguir cuando cambia un presidente. En Perú no hay ninguna señal todavía de que este gobierno, más allá de que tiene una matriz ideológica muy distinta a la de algunos gobiernos anteriores, haya interferido con el Banco Central.
-¿La Argentina podría tener debilidad institucional en el Poder Ejecutivo, con cambios de ministros y una autoridad presidencial cuestionada, pero si el Banco Central tuviera esa independencia transversal a los gobiernos, la economía no temblaría al menos en cuanto a los índices de inflación? -No, no temblaría. Y quisiera enfatizar algo: tener la inflación baja no es de derecha ni de izquierda. Es ser razonable. Un caso muy interesante para mirar ahora es Chile, que está atravesando una transición política enorme pero tiene un Banco Central que hasta ahora se ha manejado de una manera absolutamente envidiable. Lo que sea que pase con Chile, desde subirle los impuestos a los ricos, cosa que yo haría, hasta eliminar parte de los acuerdos comerciales, cosa que yo no haría. Si mantienen la institucionalidad que tiene el Banco Central, es difícil imaginar que Chile vaya a tener problema con la inflación. Si un país no tiene problema con la inflación, es muy difícil que le vaya muy mal económicamente salvo que haya una guerra civil o alguna disrupción mayúscula. Pero con un Banco Central independiente, que funciona bien y que tiene la capacidad técnica para mantener la inflación baja, que es el único regalo que nos pueden hacer los Bancos Centrales, el juego es completamente diferente. El juego en la Argentina sería completamente diferente. -¿Qué sucedió en esos años ‘90 iniciales del menemismo para que fuera posible bajar la inflación y el Banco Central tuviera independencia? -Hasta que no sea un escándalo, no vamos a hacer el tratamiento de rehabilitación que necesitamos como sociedad. Y uso el término “rehabilitación” a propósito: el problema del déficit es que la Argentina es adicta al déficit. Nuestra sociedad es adicta al gasto y está horrorizada por cobrar impuestos. Cuando tenés ese problema de adicción, necesitás terapias duras. La convertibilidad era una terapia durísima, es un mal régimen. Pero cuando tenés un problema de adicción, es la única solución. La convertibilidad fue eso para la Argentina. Después, desde 2002 y hasta 2008 o 2009, parecía que habíamos aprendido porque teníamos superávit fiscales. Tuvimos una gran oportunidad con esos varios años de superávit fiscal y comercial, que se empezó a revertir en 2010.
-Ese superávit se dio con el viento de cola de los commodities en el gobierno de Néstor Kirchner, ¿pero se traducía en una creencia genuina en esa independencia del Banco Central y en la baja de la inflación por no emisión? -Es cierto que mi lectura es que ese gobierno no creía en la independencia del Banco Central: se anularon las leyes de independencia que había. Pero sí había una convicción de la ventaja de los superávits fiscales. Si se tienen mucho superávits fiscal, si tenés una disciplina fiscal enorme, la independencia del Banco Central no es tan importante. El Banco de la Reserva Federal no tiene un estatuto de independencia como sí tiene Chile y la inflación en EE.UU. está muy bien controlada. Es justamente para resistir las expansiones de la política fiscal expansiva que uno quiere la independencia del Banco Central. Cuando importa la independencia del Banco Central, la gente se pone muy nerviosa si el Poder Ejecutivo la toca. En 2000, Ecuador dolarizó la economía. Hoy, a cualquier político ecuatoriano que se le ocurra remover la dolarización, no lo vota nadie. La independencia del Banco Central es una institución, la gente lo entiende así y está dispuesta a defenderla con su voto. Esa fuerza institucional hace que el Banco Central sea efectivamente independiente.
-En la década menemista, la dolarización tuvo muchos efectos colaterales dramáticos en desempleo, pobreza y sectores productivos afectados. ¿Hoy la dolarización es un camino o hay que buscar otra alternativa? -La dolarización no sería una buena idea desde el punto de vista técnico. Si dolarizás, se pierde la política monetaria. Entonces necesitás que la política fiscal tenga mucho poder de respuesta. Y la política fiscal nuestra está destrozada. Vivimos con déficits crónicos. No tenemos la capacidad de hacer política fiscal. Chile, Brasil, todo el mundo hizo gasto durante la pandemia. Para eso está el gasto, para eso están los mercados de crédito: para un individuo están cuando te quedaste sin trabajo, tenés un problema de salud y tenés que salir a pedir prestado. Para los países están cuando tienen una pandemia, se les cae la mitad de la economía y tienen que salir a auxiliar al 25% de la población que se quedó sin medios para vivir. Pero la Argentina lo tuvo que hacer emitiendo porque no tenía capacidad de pedir prestado. Entonces, no tenemos una política fiscal dura; no podemos ir a la dolarización porque matás la política monetaria, que es la única que te queda. Imaginate si en la pandemia no hubiéramos tenido política monetaria. Tener 50% de inflación es malo pero que el 20% de la población se muera de hambre es peor.
-¿Hay algún país en este momento en el mundo, cuando empieza a haber una preocupación por la inflación, que controle los precios? -No que yo conozca. En el libro revisamos la historia de los últimos más de 50 años para estos 11 países de América Latina: no hay ni un solo caso que haya sido exitoso de la manera en que se está haciendo en la Argentina. Hay algún tipo de control de precio con un papel importante como el desagio y los controles de precio justo después del Plan Austral, muy temporarios, pero que se hicieron en el mismo momento en que se hizo un ajuste fiscal y monetario. Eran controles para acompañar las expectativas del plan fiscal y monetario más que un instrumento aislado como el de ahora, que no lleva a ningún lado. Sí lleva a desabastecimiento y a inflaciones más altas para principios del año que viene. No tiene ninguna base ni teórica ni práctica. Nuestro ministro [Martín] Guzmán es un economista con un doctorado en una buena universidad; él sabe exactamente esto. El control de precios actual no tiene que ver con la economía; si tiene algún papel, es político.
-En la Argentina hay un argumento que dice que en la medida en que hay tanta pobreza, el Poder Ejecutivo tiene que tener a mano la emisión para hacer políticas fiscales. ¿Los países pobres necesitan emisión y déficit fiscal para poder sanear ese problema? -No, no lo necesitan en absoluto, para nada, en ningún lugar y nunca salió bien. Yo soy más bien zurdito: que pongan impuestos a los ricos. Para eso están los impuestos. Y hay mucha más historia en el mundo y literatura sobre cómo poner impuestos para financiar el gasto antes que hacerlo a través del Banco Central. La inflación al final es un impuesto y es el peor impuesto de todos, el que le cobra mucho más a los pobres. Si hay pobres, hay que hacer redistribución con impuestos. Además hay que darles educación y salud públicas y de buena calidad e incentivos y oportunidades para que se hagan ricos. Eso se está viendo en China. O todos los migrantes que se van a EE.UU. y una generación después están financiado 20 personas de su familia en el país de origen. Es un disparate pensar que hay que emitir para darle subsidios a los pobres. Hay que poner impuestos genuinos. Si no tenemos empresarios, si no tenemos emprendedores, si no tenemos ricos, no tenemos a quién ponerle los impuestos. Si se van a Uruguay, les van a poner los impuestos ellos.

La versión completa de esta conversación está en lanacion.com.ar y el video, en el canal de LN+ en YouTube

UN ESPECIALISTA EN MACROECONOMÍA ■ Vida académica Fue rector de la UTDT entre 2001 y 2009y enseñó en la Universidad de Chicago, la London School of Economics y Universitat Pompeu Fabra.
■ Actividad actual Es investigador senior en The Federal Reserve Bank of Minneapolis.
■ Publicaciones Escribió en Review of Economic Stu- dies, Journal of Political Economy, American Economic Reviewy Journal of Monetary Economics.

El control de precios que vemos hoy en la Argentina no tiene que ver con la economía; si tiene algún papel, es político"


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