08/04/2021 LaNacion.com - Noticias

Elisa Carricajo: la actriz multipremiada en el Bafici, en un thriller psicológico
Alejandro Cruz

En 2012, Elisa Carricajo fue premiada en el Bafici por su trabajo en la película Viola, de Matías Piñeiro. Lo compartió junto a María Villar, Agustina Muñoz y Romina Paula. Tres años atrás, volvió a ganar en la categoría mejor actuación del festival internacional de cine independiente. En esa oportunidad subió a recibirlo junto a Pilar Gamboa, Valeria Correa y Laura Paredes, las otras integrantes del colectivo Piel de lava, por La flor de Mariano Llinás. En la reciente edición del Bafici nuevamente obtuvo el premio a la mejor actuación por su labor en la película Bahía Blanca, el film de Rodrigo Caprotti, Esta vez, sin compartirlo con nadie. “Me tomó por sorpresa el premio, la verdad”, reconoce la actriz que, desde hoy, protagoniza Un crimen común, film de Francisco Márquez (Gaumont, Showcase Belgrano, Hoyts Abasto), quien codirigió junto a Andrea Testa La larga noche de Francisco Sanctis. Elisa Carricajo nació en Mar del Plata. A los 14 años empezó a estudiar teatro, “cuando a todos le parecía una pavada”, dijo alguna vez. A los 18 se trasladó a Buenos Aires. En esta ciudad estudió Ciencias de Comunicación, en la UBA, mientras tomaba cursos de todo tipo. Con el paso del tiempo se convirtió un actriz clave de la escena alternativa y del cine indie. “Sobre todo en teatro, diría que me considero una intérprete que tiene una mirada sobre la totalidad. Una actriz que piensa el todo. Lo otro me aburre un poco...”, confesaba en otro reportaje de hace tres años la también directora, dramaturga y gestora que ha trabajando en espectáculos de Rafael Spregelburd, Mariano Pensotti, Javier Daulte, Lisandro Rodríguez y en películas de Daniel Burman o Florencia Percia. Su mirada sobre la totalidad no es algo dicho al pasar. Los miércoles continúa con las funciones de Petróleo en el Metropolitan Sura, ese espectáculo de culto que protagonizan, dirigen y escribieron las cuatro integrantes del grupo Piel de Lava. De su casa en Boedo suele desplazarse hasta Parque Patricios porque ahí está la sala Planta Inclán, el teatro que gestiona con su pareja, el coreógrafo Juan Onofri Barbato. Dentro de unos meses, junto a las otras integrantes de esa banda de creadoras integrales, empezarán a ensayar un trabajo experimental con Matías Feldman que se estrenará el año próximo en el Teatro Nacional Cervantes. Todo este cotidiano sucede en medio del fuego cruzado de la pandemia. “Yo tengo en claro que lo que se pueda hacer en el momento, se hace. Es como estar permeable a lo que se pueda. Ahora mismo estamos programando en nuestra sala algunas cosas sabiendo que, quizás, duren poco; pero es muy importante hacerlo. Lo mismo sucede con las funciones de Petróleo. Al principio teníamos muchas dudas sobre cómo era eso del protocolo, de ver a la gente con barbijo en la platea y esas cuestiones..., pero nos largamos y nos volvió algo muy fuerte. O fui a ver en el Bafici Bahía Blanca al Gaumont y hacía un año que no pisaba un cine... Estoy convencida que es importante y necesario volver a conectar con la gente, ir generando los rituales de la presencialidad”, apunta ella. En Un crimen común Carricajo es Cecilia, una docente universitaria, divorciada y madre de un hijo pequeño. Para ordenar su caos cotidiano cuenta con la ayuda de Nebe (Mecha Martínez), su empleada doméstica, que intenta ponerle orden a su caos cotidiano. Una noche, en medio de una tormenta, alguien toca su puerta. Ella, asustada, decide no abrir. El que golpea la puerta es Kevin (Eliot Otazo), el hijo adolescente de Nebe. A los pocos días, aparece su cadáver. Fue asesinado por la policía. A partir de ese hecho, el relato de esta profesora universitaria cambia radicalmente. Cuando leyó el guion, la actriz no supo saber cómo encarar a esa mujer. A partir de ese momento se sucedieron largos encuentros con el director a los que se sumó Andrea Testa, como parte de la productora Pensar con las Manos, y Mecha Martínez. Mecha es militante, líder de una organización social. Como quien interpreta a su hijo, el joven Eliot, no es intérprete profesional, pero se sumó a la lectura del guion. “Fue muy movilizante pensar esa situación de violencia policial estando Mecha allí, que lidia todo el tiempo con esta situaciones. No era apoyarnos solamente en cifras, estadísticas: eran afectos, rostros, cuerpos, nombres...”, señala Carricajo. En una escena de Un crimen común su personaje va en un Uber hasta la villa 21-24 para encontrarse con Nebe, su empleada doméstica que había perdido. En la película, el conductor la deja a una cuadras porque no está dispuesto a entrar a la villa. Al otro día, Elisa Carricajo se tomó un Uber hacia el mismo lugar. Sigue ella: “me llevaba un chico venezolano que estaba muy perdido con su GPS. Íbamos por la avenida Iriarte y en un momento el GPS lo comienza a alertar señalándole que estaba en un lugar peligroso. Se empezó a asustar porque el GPS le insistía que estaba en un lugar temeroso. Yo tampoco quería que él se asustara, pero me daba cuenta que estaba atravesando una situación endeble en términos laborales porque andaba con coche prestado. Yo lo señalaba que el lugar estaba lleno de gente, de negocios; pero no hubo forma. Fue todo muy loco porque eso mismo le había pasado a mi personaje el día anterior”. La primera vez que vio en pantalla grande a Un crimen común fue en el Festival de Berlín. Aquello fue puro glamour, días antes de que se desatara la pandemia de coronavirus. Al terminar una de las proyecciones uno espectador indio se abrazó emocionado con Mecha. En una situación similar había perdido a su hermano. “Me resulta muy difícil tener una mirada objetiva de la película. Estoy muy ahí todo el tiempo -reconoce-. Sí diría que me siento honesta, que estoy con todo lo que pude, que no escatimé nada”. Su amigo Agustín Mendilaharzu, cineasta y artista escénico, suele decirle que ella es muy mental en la actuación, que es una actriz con estrategia. “En esta película hubo poco de eso, fue dejarme fluir por las emociones. Me resultó muy potente ponerle el cuerpo a esas madres que duermen con miedo por temor a que sus hijos no vuelvan a casa. Y eso no es algo abstracto: es cuerpo. Como es el cuerpo de esa otra mujer que no abre la puerta”, agrega. En el perturbador relato con claros elementos de un thriller psicológico que entabla fuerte paralelismos con las noticias sobre violencia policial. “A partir de ese relato ficcional empezamos a revisar nuestras propias reacciones -comenta esta exquisita intérprete-. En lo personal hay una imagen que me persigue: un vez un chico me robó un celular y yo lo corrí una cuadra hasta que una piba, por suerte, me frenó en seco. ¿Mirá si un vecino lo bajaba de la bici a las piñas? ¿Yo, acaso, me iba a quedar contenta por haber recuperado mi celular? Uno no vincula una situación como esa con la muerte o con la cárcel, que es un sistema de muerte; pero en esos momentos uno no reflexiona sobre sus privilegios de clase. Cecilia no pudo encarar la situación esa noche, no sabe qué hacer luego con eso generando un sinfín de consecuencias. Tampoco la película la juzga: diría que la acompaña”, dice. Sofía Cabrera y Ana Carolina García, en Las mil y una, película de Clarisa Navas (disponible en Cine.Ar); y Sofía Palomino, en Emilia, de César Sodero (también en Cine.Ar). “Son actrices jóvenes actuando en locaciones alejadas de Buenos Aires, narrando otros territorios, encarnando historias donde aparecen otras estrategias afectivas siendo totalmente naturales y sensibles con lo que pasa alrededor de eso”. Marianela Portillo del Rayo, en Sr Woman; y Ana Katz, en Fabián canta. Ambas películas las vio en el Bafici. “Son dos actrices de mi generación que pasan con mucha comodidad del rol de actrices al de directoras, profundizando cada vez mas en un tono que puede aparecer tanto en sus cuerpos como en los materiales que ellas producen”.

#22606773   Modificada: 08/04/2021 17:30 Cotización de la nota: $187.000
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