21/10/2020 La Nación - Nota - Política - Pag. 13

Recordaron a Ferreyra, a diez años del crimen de la patota sindical
Marcelo Veneranda
Partido Obrero. El asesinato expuso un sistema de corrupción y violencia en los ferrocarriles

Con un acto de homenaje en la esquina de Pedro de Luján y Perdriel, en Barracas, y un renovado reclamo en contra de la precarización laboral, el Partido Obrero recordó ayer a Mariano Ferreyra, el joven militante de 23 años que fue asesinado por una patota de la Unión Ferroviaria cuando acompañaba el reclamo de trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca, hace una década.
El crimen expuso un sistema de violencia y corrupción sindical encabezado por la cúpula de la Unión Ferroviaria, que manejaba las cooperativas truchas que contrataban a trabajadores precarizados para realizar las mismas tareas que los afiliados del gremio. El fallecido José Pedraza y Juan Carlos “Gallego” Fernández, líderes del sindicato, fueron condenados a 15 años de prisión por la muerte de Ferreyra, junto a los autores materiales.
“La causa de justicia por Mariano caló muy hondo en el pueblo argentino por lo que representaron su lucha y su crimen: él era un joven militante que enfrentaba los negociados que enriquecían a funcionarios y burocracias sindicales, mafias enquistadas en los gremios”, destacó la diputada Romina del Plá, presente en el acto junto a otros referentes del PO, como Néstor Pitrola, Gabriel Solano, Eduardo Belliboni, Vanina Biasi y Elsa Rodríguez, baleada en la cabeza en el mismo ataque en el que murió Ferreyra.
El asesinato de Ferreyra marcó el inicio de los días más convulsionados de aquel 2010: una semana después fallecía en El Calafate el expresidente Néstor Kirchner, un hecho que redefiniría tanto la arquitectura del poder en el país como la transición de Cristina Kirchner hacia su segundo mandato: bajo el luto, la actual vicepresidenta conseguiría el respaldo del 54% de los votos.
El propio kirchnerismo trazaría una unión entre ambos hechos. “La bala que mató a Mariano Ferreyra rozó el corazón de mi padre”, propuso Máximo Kirchner, en un intento de redefinir simbólicamente un escenario que hasta entonces no ubicaba a la Casa Rosada del lado de las víctimas, sino como aliada de los victimarios. La frase sería amplificada por Cristina Kirchner y luego utilizada por el propio Pedraza. “La bala que rozó el corazón de Kirchner también rozó el mío”, dijo el 19 de abril de 2013, horas antes de ser condenado por la bala real, la que mató a Ferreyra.
El kirchnerismo necesitaba redefinir ese asesinato, que chocaba de plano contra su discurso y contra las convicciones de buena parte de sus adeptos y referentes. La víctima, Mariano, era un militante, joven, obrero (tornero) y dirigente de la FUBA, que encima era capaz de hacerse del tiempo para recorrer las estaciones del Roca tratando de movilizar a los trabajadores tercerizados para que pelearan por sus derechos.
Para completar la pesadilla, el kirchnerista era Pedraza, un dirigente gremial que se había ganado el respeto (incluso de la izquierda) por su actuación durante la dictadura, pero que al frente de la Unión Ferroviaria (desde 1983) abrazó el cierre de ramales y las privatizaciones del menemismo, convirtiéndose él también en empresario.
Desde el minuto cero, el Partido Obrero no solo denunció a la cúpula de la Unión Ferroviaria, sino también al gobierno, al que responsabilizaba por la actuación de la Policía Federal, que junto a la policía bonaerense no se limitó solamente a impedir que los tercerizados cortaran las vías del tren, sino que facilitó el ataque y la huida de la patota.
Al día siguiente del asesinato, más de 50.000 personas marcharon hasta la Plaza de Mayo. El Gobierno acusó el impacto y tardó en definir una postura clara. De hecho, la primera reacción de algunos funcionarios de primera línea fue abonar la idea de una conspiración detrás del asesinato, que involucraba a Eduardo Duhalde y los “Gordos” de la CGT. Otros se dedicaron durante semanas a culpar a la izquierda de crear “un marco de violencia”, como justificativo del asesinato.
El avance de la investigación judicial no solo expuso la dinámica del ataque de la patota y los disparos realizados por los barras Cristian Favale y Gabriel “Payaso” Sánchez -condenados a 18 años de prisión junto al delegado gremial Pablo Díaz-, sino también la coordinación con el gremio y la Policía Federal.
A raíz de los testimonios en el j uicio y de escuchas telefónicas, también quedó en evidencia la cercanía de Pedraza con algunos funcionarios, como el entonces ministro de Trabajo Carlos Tomada y su segunda, Noemí Rial, además del exsecretario de Transporte Juan Pablo Schiavi.
“Esa precarización laboral que denunciaba Mariano sigue firme y la burocracia sindical no ha cambiado sus métodos: las patotas siguen allí, dedicadas a combatir más al activismo sindical que a la patronal”, resumió Belliboni, presente hace diez años en la esquina donde Ferreyra fue baleado.

El homenaje del Partido Obrero a Ferreyra


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